El fuego que arrasa: ocho provincias sufrieron incendios forestales en lo que va de agosto

En un panorama de escasas lluvias, sequía y temperaturas más altas que lo habitual para el invierno, un tercio del país resultó afectado por distintos focos que, según evaluó un grupo de investigadores responden a un patrón: “liberar” grandes extensiones de tierras para la producción agrícola-ganadera, la industria de la madera y el desarrollo de proyectos inmobiliarios y turísticos.

Ocho provincias ubicadas en las regiones centro y norte del país sufrieron en los primeros 20 días de agosto los efectos devastadores de incendios forestales que arrasaron miles de hectáreas y viviendas, interrumpieron el tránsito de vehículos en rutas nacionales y obligaron a la evacuación de poblaciones campesinas, todo en un escenario de lluvias escasas, una prolongada sequía y temperaturas que en pleno invierno superaron durante varias jornadas los 30 grados centígrados.

Durante el último fin de semana largo, los bomberos combatieron distintos focos en las localidades cordobesas de Villa Yacanto, Santa María de Punilla y Traslasierra, donde las llamas, avivadas por el fuerte viento Zonda que llegó a soplar a una velocidad de 100 kilómetros por hora en la región, arrasaron con la vegetación y varias cabañas destinadas al turismo.

Los incendios también alcanzaron áreas pobladas de las sierras centrales, en San Luis; una de las ciudades afectadas fue Potrero de los Funes, donde el descenso de la temperatura, la merma del viento y una leve garúa favorecieron el trabajo de los bomberos en un territorio de varios kilómetros de extensión.

En forma recurrente, los incendios forestales arrasaron en los últimos años cientos de miles de hectáreas a lo largo y ancho de la Argentina, una situación que llevó a un grupo de científicos sociales a trazar un análisis que permitiera dar con las causas de estos hechos. Lo hicieron en el libro “Argentina en llamas. Voces urgentes para una ecología política del fuego”, en el que con distintos abordajes concluyeron en la existencia de un patrón de producción de las llamas impulsado por distintos actores que buscan “liberar” tierras para usos agrícola-ganaderos, madereros o inmobiliarios.

“Los incendios registrados en Argentina y, suponemos, que en toda la región latinoamericana, tienen en común un mismo patrón extractivo: aprovechar temporadas de sequías –derivadas, por ejemplo, de la corriente de La Niña, la bajante histórica del Paraná y del cambio climático- para quemar a gran escala y lograr un cambio de usos del suelo allí donde antes no se podía, ya sea para extender la frontera agrícola ganadera, para desarrollar proyectos de urbanización, para fines turísticos”, explicó a elDiarioAR Marina Wertheimer, politóloga por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del Conicet.

Wertheimer es junto Soledad Fernández Bouzo, socióloga y también investigadora del Conicet, compiladora de un libro en el que doce autoras y autores exploraron, desde una “ecología política de las llamas”, los factores humanos y no humanos detrás de los incendios ocurridos y provocados desde 2020 y su vínculo con los modelos productivos extractivistas, las diferencias de género y clase en la producción del fuego, el rol del Estado y la pérdida de biodiversidad y diversidad cultural en las zonas afectadas.

Si bien la expansión de la frontera agrícola-ganadera y el desarrollo de proyectos de urbanización para fines turísticos son básicamente los principales motivos de origen de los incendios forestales en el país, Wertheimer consideró “necesario complejizar un poco la mirada” de la situación porque, aseguró, “no todos los fuegos son para el extractivismo, sino que muchos fueron y siguen siendo para la reproducción de la vida o la producción a pequeña escala”.

“Lo que agrava los incendios –destacó la politóloga- es el contexto de cambio climático y sequía, que favorece la propagación del fuego. Al haber muchos arroyos secos, hay menos humedad en el ambiente y más material combustible. O como ocurrió y ocurre en el delta del Paraná, que debido a la bajante del río quedaron al descubierto las islas para desmontar y ganar tierras para la ganadería”, indicó.

Las llamas no solo ocasionan pérdidas económicas para los productores, sino también en la biodiversidad en un contexto de calentamiento de la Tierra y alteración del régimen de lluvias. Sin embargo, de lo que menos se habla, según Wertheimer, es de los perjuicios que padecen los habitantes rurales, quienes sufren el incendio de sus casas y sus pequeños campos. Lo que se produce “es un eco-etnocidio”.

“En este contexto de producción de incendios a gran escala, otra cosa que también pierden los habitantes del campo -tanto sea de las sierras cordobesas, de las islas del delta o de campos correntinos, por ejemplo- es la posibilidad de seguir con sus prácticas tradicionales de uso del fuego. No es lo mismo un fuego, una quema y un incendio”, aseveró la investigadora del Conicet.

En un escenario “que busca encontrar culpables rápidamente –agregó-, las miradas acusatorias recaen casi siempre sobre el pequeño. Y los productores rurales que usaron el fuego para cocinar, clarear pequeñas parcelas, espantar mosquitos o para quemar basura, como sucede en pequeños poblados donde ni siquiera hay recolección de residuos, encuentran dificultades adicionales para seguir reproduciendo sus prácticas de vida, porque son señalados como los culpables de la producción de fuego a gran escala”, detalló Wertheimer.

El libro “Argentina en llamas” también procuró dejar en evidencia que también hay una desigualdad de clase en a quienes afecta el fuego y en la posibilidad de reponerse de sus consecuencias.

“Otra de las dimensiones que el libro trata –se explayó la compiladora– es la política entendida en un sentido amplio. Por un lado, el accionar de las distintas administraciones responsables de la gestión del fuego, que es insuficiente o, cuando no, corresponsable. Pero también aborda la politicidad de las nuevas brigadas que nacieron al calor de las llamas”, indicó.

El trabajo destacó que en los últimos años emergieron en Córdoba “más de 30 brigadas autogestionadas para hacer lo que el Estado falló en hacer por acción u omisión. Primero intuitivamente, salieron a apagar el fuego de sus casas cuando los bomberos no llegaban. Hoy, muchas de ellas se fueron formando y profesionalizando, pero se sustentan en el apoyo económico y emocional de la comunidad que las rodea”, afirmó.

¿Puede explayarse sobre ese concepto de “ecología política del fuego”? ¿Hacia dónde apunta?

Wertheimer: La ecología política es una corriente de pensamiento y acción que propone entender los daños ambientales dentro de las relaciones de poder y de las disputas por el acceso, el control y la distribución de los bienes naturales. Busca entender los problemas ambientales no meramente como cuestiones biológicas, sino vincularlos con las relaciones sociales y políticas. Por eso propusimos la idea de una ecología política del fuego. Queremos entender, como sintetizan distintos movimientos socioambientales, que “todo fuego es político”. Es decir, mostrar sus causas políticas vinculadas al extractivismo y al despojo.

¿Qué reacción encuentran en el Estado nacional, en los gobiernos provinciales y en la Justicia ante los incendios?

Wertheimer: En general, el Estado, en sus distintos niveles, tolera –cuando no apoya– la expansión de las actividades productivas en nuevos territorios en pos de aumentar exportaciones e ingreso de divisas, lo que genera condiciones permisivas para la proliferación de los incendios. Esto se traduce en que faltan medidas de prevención y en un poder de policía muy acotado. Como cuentan dos autoras en el libro, Mariana Schmidt y Malena Castilla, un grupo de funcionarios provinciales encargados de la prevención y reducción de incendios afirma que solo la lluvia es capaz de controlar el fuego, dejando su propio rol muy desdibujado. También fue muy particular que, por ejemplo, en Rosario sus habitantes decidieron salir a protestar por los incendios aun en pleno aislamiento por Covid-19. Así quedó expuesta a la situación de que no había salud que cuidar si ni en sus casas podían respirar por el humo que se filtraba por puertas y ventanas. Esta contribución muestra que la atención a la salud no es solamente sanitaria —la arista en la que se concentraron, mayormente, los esfuerzos del gobierno— sino que la salud humana va de la mano de la salud de los ecosistemas y cuidando también las condiciones de producción.

¿La sequía registrada entre fines de 2022 y principios de este año causó un agravamiento en el panorama de incendios forestales? ¿Estiman que un fenómeno climático como el que se da actualmente en Europa, con extensas olas de calor y una disminución de los recursos hídricos, puede traer consecuencias graves al país en este aspecto?

Wertheimer: La tierra está más caliente. Se siente en Europa y se siente acá con este invierno sin tanto frio. Las consecuencias para Argentina ya han llegado. Son las olas de calor cada vez más largas, el derretimiento de los hielos de la Antártida, la sequía que nos dejó sin dólares, y la búsqueda de divisas por canales alternativos que solo son más extractivismo: gas de Vaca Muerta y litio de Jujuy.

GT/MG