Por Rubén Pagliotto / Hasta el último día de mi vida sostendré con sobradas pruebas, que Sergio Fausto Varisco nada que ver tuvo con el narcotráfico y que la condena que se le impuso pero que jamás quedó firme, fue producto de actitudes canallas y de una campaña despiadada y obscena en su contra, urdida por un comunicador local indecente, una procaz y conversa funcionaria del gobierno de Mauricio Macri y algunos dirigentes más del PRO que contaron, por acción u omisión, con el silencio cómplice de importantes dirigentes de la UCR que, corrompidos por el oportunismo político y la voracidad de poder, entregaron bochornosamente convicciones en el sótano de las conveniencias, con miserabilidad y mediocridad imperdonables
Como siempre se dijo y es una verdad incontrastable, Sergio Varisco fue un militante radical 24 x24 y de 7 x 7 en 365 días del año, con una vida ostensiblemente austera y cuya riqueza era mensurable en libros y bustos de connotados próceres y egregios dirigentes políticos de la UCR y de otros partidos populares de la República Argentina.
Como todo ser humano, con debilidades, cometió errores y tuvo desaciertos. Pero jamás, nunca, en Sergio el dinero fue una preocupación, ni siquiera un objetivo en su vida.
Despreciaba el lujo y los atildamientos, el marketing político, las mediciones de encuestadores y lo políticamente correcto. Sus pasiones estaban en otros lares. En la historia en general y de la UCR en particular y en la formación política.
Recuerdo algunas noches de sus últimos días antes de ingresar a un cuadro desfavorable de salud, en medio del problema judicial que lo tenía de rehén, a pesar de la dura condena que le solicitara el Tribunal Oral Federal de Paraná, no abandonaba sus referencias históricas o de alguna especial circunstancia que juntos vivimos en la militancia de la UCR, a principio de los 80, cuando aún se formaban cuadros políticos en los partidos, la democracia era el objetivo central por antonomasia de todos los argentinos y argentinas y la figura fulgurante de Raúl Alfonsín en ascenso, era una esperanza compartida por radicales y ciudadanos de otras fuerzas e independientes.
Su pasión sin límites por la política y admiración superlativa por Alfonsín, lo condujeron a estar cerca del líder y, con el tiempo, forjar una gran amistad y en compañero de largas horas de charlas.
Recuerdo también con gran emoción y cariño muchas anécdotas de nuestra militancia juvenil tiempo completo en la UCR y, a la vez con profunda decepción y mucha bronca, cómo muchos radicales le dieron la espalda cuando comenzó la causa judicial que lo tuvo a mal traer y que fue tan cerril, encarnizada e injusta.
Y siento indignación incontenible cuando advierto que hoy, a un año de su partida, muchos de los que como Judas lo negaron y dejaron solo, librado a su suerte, ocuparon las primeras filas del homenaje por el aniversario de su fallecimiento, con rostros compungidos y hasta hicieron comentarios que contrastan con lo que pensaban u opinaban cuando la causa penal estaba en su momento más crítico, apoyando incluso la desafortunada y bizarra moción del PRO de iniciarle una causa ante un Tribunal “ético” o de disciplina” propiciando, con la maldad de los conversos, su expulsión de Cambiemos y de la UCR, incluso, la desfachatada de Patricia Bullrich sosteniendo que debía renunciar, reprochándole en varias oportunidades no haber cumplido con la renuncia de un concejal y una funcionaria del Departamento Ejecutivo Municipal, que las huestes de Macri le exigían a cambio de su liberación de la causa y la continuidad como Intendente de la ciudad.
Salvo en tiempos de militancia en la Juventud Radical, nunca pertenecimos al mismo grupo interno. Después estuve unos años fuera de la UCR por diferencias irreconciliables con la dirigencia partidaria, hasta mi regreso al centenario partido en el que me formé y desarrollé mi militancia en la Universidad, en Franja Morada, en el partido, en la Juventud Radical y luego ya un par de años después en la UCR, no integré nunca el MUR, sin perjuicio de que gran parte del tiempo me habia alejado del partido.
A pesar de eso, siempre nos dispensamos mucho afecto y respeto. Y en los últimos años, ya con Sergio imputado en la causa judicial federal, fuimos con el Dr. Miguel Cullen defensores técnicos de Sergio hasta su fallecimiento, motivo por el cual la causa penal jamás adquirió firmeza, debiendo dictársele el sobreseimiento al declararse extinguida para él la acción penal.
Ergo, falleció sin condena firme, aunque se llevó para otra vida la profunda angustia de haber sido señalado de algo que no fue jamás: un hombre vinculado al narcotráfico, como contrariamente se afirmó desde el tribunal que lo juzgó en medio del juicio más injusto, irregular y disruptivo del que se tenga conciencia, el que contó con el acompañamiento de un comunicador entrerriano y los medios nacionales hegemónicos que repitieron como un cliché lo que publicaba el medio local, de manera idéntica con lo que hoy acontece con el caso de la destituida Fiscal “Anticorrupción”, Cecilia Goyeneche quien, dicho sea de paso, persiguió de modo irracional, caprichoso y payasesco a Sergio Varisco en una causa que desde el tribunal que lo juzgó, pasando por la Cámara de Casación hasta la Sala Penal del STJER, fallaron por la absolución del ex Intendente, declarándolo inocente, con sólidos e inconmovibles fundamentos y razones, todas probadas objetivamente.
Sergio partió hacia el más allá, dejándonos muchas enseñanzas y el claro ejemplo de la militancia de verdad, a la vieja usanza. Miles y miles de paranaenses y entrerrianos sintieron profunda y sinceramente su partida y sabiendo, aunque no lo expresen, de que la Justicia Federal Entrerriana fue cruelmente injusta con él, y estoy seguro que ninguno de los tres integrantes del tribunal cree que sea real y cierto de lo que se acusó a Sergio.
Deja ejemplos a imitar como militante y como ser humano, como correligionario y amigo. Mientras escribo estas desordenas pero sentidas líneas, recuerdo con inmenso cariño esas largas charlas nocturnas que manteníamos, sobre todo en la quinta de sus padres donde estaba alojado cumpliendo su prisión preventiva ridícula y demagógicamente impuesta, sobre el radicalismo histórico y muchos de sus dirigentes y se sus anotaciones casi compulsivas de todo lo que sucedía.
Recuerdo también a Sergio con el pucho en la boca, el atado de cigarrillos negros de una marca francesa al lado de su cuaderno y sus gafas de lectura sin una de sus patillas, y sus mocasines calzados a modo de chancleta. Era obvio que no le interesaban las formas ni la vestimenta. Recuerdo también un viaje a Buenos Aires, donde ni bien llegamos, se rajó en camiseta a comprar un ejemplar de la revista “Caras y Caretas” o su locura, al día siguiente, por ir a buscar a una galería de arte un busto de Alem, si mal no recuerdo.
Lamento en el alma no haber podido asistir al acto en conmemoración del aniversario de su fallecimiento, impedido por una enfermedad que padezco. Me hubiera encantado estar presente, como lo estuvieron muchos vecinos, correligionarios y amigos.
Seguramente, desde el más allá estará como siempre atento a lo que pasa en su amada ciudad, de la que conocía de memoria cada rincón y le encantaba socializar con los vecinos, escuchándolos con atención y amabilidad y siendo uno más de un montón de personas reunidas. Estoy seguro que el tiempo, juez inexorable de la historia, se encargará de poner las cosas en su lugar y de que la verdad salga a la luz. Quizás allí, en ese momento se esté haciendo realmente justicia. Lo merecen él y su familia y toda la UCR como reivindicación histórica.
Querido Sergio: ¡¡¡Que en paz descanses!!! (APFDigital)