Cruel en el cartel

De enormes dimensiones, el rostro sonriente de la diputada provincial Ayelén Acosta, con una leyenda con su nombre y espacio político, se interpone entre la vista de los paseantes del Patito Sirirí y ese paisaje protegido en que el río se hace ancho y acaricia la costa curvada de Puerto Sánchez y el Thompson.

Por Pablo Urrutia

El cartel, llamó la atención de forma inmediata, por dos motivos. Uno, nadie había osado hasta el momento usar las barrancas del Parque Urquiza para su propaganda proselitista. No porque en Paraná no haya buenos asesores de márketing o porque sea una idea desdeñable abarrotar de parafernalia electoral el lugar más concurrido de la ciudad, sino por una razón bien básica y contundente, se reconoce ese espacio como un lugar de todos y todas. Queda mal. Cosas de las buenas costumbres que son el acuerdo tácito en que se sustentan las comunidades. Amén de ello, también hay normativa vigente que si bien no prohíbe, restringe usos privados del lugar. Dos, el terreno elegido para emplazar el anuncio viene siendo reclamado por un sector de ciudadanos y ciudadanas como continuidad del parque. Esto último desató un debate en el ámbito político y social de la ciudad, que se sostuvo hasta hace pocos días y tendrá un nuevo capítulo con la marcha al Palacio Municipal del próximo 1° de agosto. El derrotero de ese debate, intentaré resumirlo así:  

La alarma la encendieron Guillermo Pinto y José María Armándola, al hacer públicas sus intenciones de poner a la venta el lote con ubicación de lujo. A ello le siguió la sorpresa y luego la indignación de paranaenses que hasta ese momento no habían advertido la propiedad privada de lo que consideraban parte indivisa del espacio verde más importante de la capital entrerriana. Atentos, desde el bloque del oficialismo en el Concejo Deliberante hubo un pedido de informe catastral para determinar fehacientemente la propiedad del inmueble. Ello quedó corroborado. También, desde la fuerza de gobierno en el ámbito deliberativo, se presentó un proyecto que declara el área de utilidad pública, sujeta a expropiación. Esos movimientos abrieron una brecha en que el Ejecutivo parecía tener voluntad de que el espacio siga siendo un privilegiado balcón al río al que todos y todas tengamos acceso. Sin embargo, un informe de la secretaría de Planeamiento y Desarrollo Territorial de la Municipalidad, a cargo del arquitecto Guillermo Federik, dinamitó cada una de las bases en las que se sostenía el reclamo vecinal que había encontrado cierto interés en el HCD. La propiedad pertenece a Pinto y Armándola, el Municipio no tiene dinero para comprar esos terrenos, los vecinos deberían abonar bajo el concepto de mejoras y plus valor parte del costo que es millonario en dólares y, de avanzar sobre la declaración de utilidad pública sujeta a expropiación de la parcela en cuestión, debería hacerse sobre la parte de la barranca y no de la totalidad de la propiedad, que en su parte baja se extiende hasta dentro de la zona de borde costero. La salida quedó pendiendo de un hilo, el del proyecto de ordenanza que planteaba avanzar en el pedido de expropiación a la legislatura provincial. El Ejecutivo, tomó distancia de la iniciativa, que no halló consenso entre ediles de la oposición, naturalmente chúcaros a plegarse a las movidas del oficialismo, pero tampoco entre los propios vecinos, que planteaban una expropiación a todo o nada. Como resultado, el proyecto fue archivado y la situación volvió a fojas cero.

Que la diputada Acosta se haya mudado hace poco a Paraná con el objetivo de pre candidatearse a la intendencia, no la excusa de desconocer esta situación. Es improbable que no esté al tanto. Sin embargo, su respuesta ante el único medio en que habló del tema, fue desdeñosa y con cierta cuota de crueldad. “Hasta donde entendemos ese sector es privado, y tengo entendido que la empresa tiene todas las habilitaciones correspondientes. Si eso no es así lo tiene que resolver la empresa, yo no puse el cartel, y no soy yo quien lo tiene que sacar”, dijo. Desconoce este cronista si durante la entrevista se tomaron la molestia de observarle que nadie en la faz de la tierra, a esta altura del partido, cree que los candidatos o candidatas coloquen por mano propia los carteles y afiches de campaña. Tampoco es una respuesta que la entrevistada pueda considerar honesta. Pero la excusa es liviana e hilarante. Salvando las siderales distancias, pero apelando a la hipérbole como farol para iluminar alguna de las aristas de la verdad, se podría comparar el argumento al que ya se ha escuchado de parte de dueños de marcas de ropa de alta gama que contratan talleres textiles que ocupan trabajo esclavo.        

A la luz de la experiencia de gobierno de Cambiemos, podemos decir que quienes componen ese espacio son menos nocivos haciendo campaña que gobernando, lo que no les exime de tropelías proselitistas. Hace poco, militantes del sector del radical Roberto Sabbioni, fueron multados por Control Urbano mientras realizaban una pintada no autorizada sobre uno de los laterales del Acceso Norte a la ciudad. Con más decoro que Acosta, Sabbioni firmó el acta, les ordenó a sus muchachos suspender la pintada, reclamó explicaciones y acusó persecución del intendente. No dijo yo no fui. Más tarde el Comité Capital de la UCR presentó un pedido de informes en el Concejo Deliberante.

Según el acta municipal, en la pintada frustrada de Sabbioni, se infringieron las ordenanzas 7977, de Código Publicitario Municipal; y 8248 sobre sobre Uso y Disfrute de los Espacios Verdes Públicos. En tanto que el acta que se labró por el cartel de Ayelén Acosta, invoca las ordenanzas 7977 y 7961, que adhiere a la Ley provincial N° 10.479, que instituye el Sistema de Áreas Naturales Protegidas en el Territorio de la Provincia Entre Ríos. Dentro de ese sistema se establece, entre otras, la categoría de paisaje protegido al que la ordenanza mencionada incorpora distintos espacios de la ciudad, entre ellos, el Parque Urquiza, sus barrancas y su vista al Río. No son muchos los balcones naturales del emblemático parque paranaense que brindan una vista despejada del río y sus costas e islas, uno de ellos es el que se ve hoy obstruido por el rostro de la diputada del PRO.  

Llamativamente, desde el Municipio se exhibe una paciencia y buenos modales hacia Acosta, que se ausentan cuando de vendedores ambulantes, puestos de tortas fritas o verdulerías, y militantes que pintan un paredón, se habla. Hace quince días, desde el municipio se informó a este cronista que el cartel sería removido en el término de una semana, eso no sucedió. Ignora quien escribe si el acta estuvo mal labrada, fue mal informado o el Estado local no cuenta con personal disponible para la tarea. De todas maneras, la política no sólo son normas y disposiciones que la precandidata, empresa publicitaria mediante, parece infringir. También existen la ética y los modos, que uno estima más factible hallar en quien pretende erigirse en intendenta que en una empresa que ve a la colocación de carteles como un mero negocio.

Tal vez, se trate de un mensaje que podríamos interpretar como, la propiedad privada lo es todo y el derecho privado está por encima del conjunto.  

Tal vez, impensadamente, el cartel de Acosta sonriendo para la foto, sea una bandera de derrota, ojalá transitoria, de un sector de la población paranaense y sus pretensiones de seguir disfrutando de un sector que aún sigue siendo considerado continuidad del Parque Urquiza.